lunes, 24 de diciembre de 2012

Pequeño cuento de navidad.

Poco o mucho, no hacen la diferencia.



Sentada en la mesa durante nochebuena tengo un momento donde me despego de todo lo que me rodea y observo, simplemente observo. Y allí están, mi familia, todos reunidos y charlando. Y en una punta mi madre, ya vieja y en sillas de ruedas. Está comiendo, más de lo que su diabetes la deja; debería reprocharle que haga eso, porque seguramente mañana se levantará con el azúcar por las nubes. Parece que se dá cuenta de que la estoy mirando, porque levanta la cabeza y me mira. De repente sonríe ampliamente mostrando sus dientes postizos y me muestra toda la comida en la mesa y a todos comiendo. Ella poco habla ya, porque está sorda pero igual la entiendo y le sonrío a su vez. Entonces miro más allá, hacia el arbolito de navidad y hacia el pesebre, también hacia los regalitos que están a un costado, aún escondidos para que los niños no los vean. Y me siento feliz igual que mi madre en ese momento porque recuerdo otras navidades, otros tiempos, donde en una nochebuena como ésta, mis padres, mis hermanos y yo compartíamos para la cena nada más que un poco de las verduras que habíamos rescatado del basurero del mercado. Las habíamos hervido y guisado en un tarro de leche que teníamos para cocinar y la servimos sobre una mesita de madera chueca que había en nuestra pequeña casita. Realmente era un tiempo duro y diferente al de ahora, pero sin embargo recuerdo que estábamos felices porque cada uno de nosotros había conseguido algo distinto en el mercado. Yo había encontrado tres papas grandes, que sólo tenían la mitad podrida y lo otro estaba bueno; mi hermana más grande había conseguido una bolsa de chauchas ya medio amarillas; mi hermanito se había hecho con dos zanahorias medio achicharradas de viejas. Mi mamá y mi papá habían estado deshojando cada lechuga que encontraban y separando las hojas buenas, además encontraron unas cebollas algo brotadas y unos ajos no tan secos. Tal vez no era la mejor calidad, pero lo importante es que todos habíamos puesto de nuestra parte para lograr ese festín. Lo comimos felices por estar juntos y poder compartir lo que teníamos, luego a las doce de la noche brindamos con agua y salimos a ver los fuegos artificiales.

De repente vuelvo al ahora, y observo nuevamente a mi alrededor, mi madre, mis hermanos y sus familias, mi padre que nos acompaña desde el cielo, mi marido, mis hijos… Nada es tan distinto a lo de aquella vez, porque al fin y al cabo, cada uno puso algo y lo compartió con los demás; y estamos juntos y felices, eso es lo más importante.


Felizzzzzzz Navidad para TODOS!!!!!!!!

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